Miguelito

No soy muy creyente de cosas paranormales, pero quería compartir una anécdota. Esta es una historia que ocurrió en julio de 2008.
Un amigo llamado José me marcó en la mañana.
– Qué onda [cobrax], ¿Estás ocupado?
– No we, ¿Nos juntamos hoy?
– Simón
– ¿Vamos a tu casa o nos juntamos en la mía?
Cerca de la casa de mi amigo, un mercadito se ponía ese día de la semana.
– Ven a la mía, aprovechamos para ir a comprar tostadas al rato.

Más tarde, llegué a su casa pero me comentó que tenía que ir a darle un recado a su tía que vive a 2 cuadras, asi que lo acompañé, porque como quiera nos quedaba de camino al mercadito. Llegamos al hogar de su tía y lo primero que noté fue lo descuidada que estaba: Era una casa de 3 pisos que parecía abandonada. Tocamos el barandal con una moneda, pero nadie nos contestó.

– Se me hace que ahorita no está mi tía, vamos a esperarla aquí.

Fue en ese momento que noté cómo se movió la cortina del 2do piso como si alguien se hubiera fijado

– Mira José, hay personas, alguien se fijó en el piso de arriba.

José se quedó mirando a donde le apunté, pero no dijo nada. El silencio que hizo me pareció extraño.

– Oye… ahorita que llegue mi tía y entremos a la casa, no te vayas a asustar.
– ¿Por qué?
– Es que… adentro de su casa está decorado bien raro y…

En eso, llegó su tía y saluda a José. Venía del mercadito con bolsas.

– Fui a comprar comida, porque sino luego se enoja Miguelito.

Por amabilidad, me ofrecí para ayudarla.
Abre la puerta con su llave e ingresamos. Al pasar, empiezo a entender la advertencia de José.
El interior estaba iluminado por lámparas de techo antiguas llenas de polvo, las paredes estaban tapizadas con un papel con patrones y rayas de tonos opacos, estaban decoradas con vitrinas de muñecos con vestidos. La sala eran una mesita de madera y muebles desgastados. Pasamos a sentarnos al sillón.

(Susurrando)
– [cobrax], no te vayas a asustar…
– Ya me dijiste we.
– Sí, pero es que…

En ese momento la tía nos habla desde la cocina.
-¿Quieren sopita, mijos?

Le dije a José:
– Al chile, sí tengo ganas de sopa.
Como sabe que me daba vergüenza decirle a su tía, él se encargó de responder:
-Sí tía, gracias.
-Ayúdame a hacer el agua de limón, vénganse acá para el comedor.

El comedor eran cuatro sillas de madera y una mesa circular con mantel de cuadros. Su tía sirvió cuatro platos de sopa de fideo en la mesa.

– Déjame voy por Miguelito.

La tía fue camino al piso de arriba.

– ¿Miguelito es tu primo?
– No vato… mira, no te vayas a asustar…

Ya era la tercera vez que me decía eso y cada vez estaba más preocupado. Estaba esperando a que llegara la tía para empezar a comer y en eso pone a un muñeco negrito con un gorro café, un saco rojo, pantalón azul y zapatos de charol. Medía unos 40 centímetros.

Imagen ilustrativa de más o menos cómo se veía el muñeco.

La tía comienza a darle de comer al muñeco.
-Miguelito, ¿Quieres sopita? Ten.

Entonces comenzó a hacer como si le estuviera dando la comida. Agarró la cuchara con sopa y se la acercó a la boca. Algo que debería hacer notar era que el muñeco en sí no tenía orificio en donde se ubicaba su boca pintada.

-¿Está muy caliente? – Comenzó a soplarle.

Empezamos a comer y ella se encontraba ocupada dándole la sopa a lo que ella llamaba Miguelito. Sólo podía estar volteando a José y él me daba un mirada que decía “no digas nada”. De pronto, la tía le comenta a José.

– Mañana vienen tus primas de San Antonio, ¿Quieres venir?
La señora tiene 3 hijas.
– Vamos a hacer carne asada, invita a tu amigo.

– Sí tía, mañana vengo. ¿Quieres venir, [cobrax]?
Para ser sincero, en este punto de la conversación había ignorado por completo lo muy rara que era la casa y la cuestión del muñeco para concentrarme en la parte de que iba a conocer a las primas de mi amigo.
– Sí, con mucho gusto.

Al día siguiente pasé por casa de José para irnos a casa de su tía. No quise comentarle lo muy raro que me había parecido el muñeco, pero tenía curiosidad en una cosa.
-¿En dónde consiguió el muñeco tu tía?
-Sepa… ya tiene rato con él. A todos nos parece raro, pero mi tía se pone muy intensa cuando se lo mencionamos. Mejor la dejamos así, a lo mejor sólo se siente mal de vivir sola.

Al llegar a casa de la tía, en el patio estaban haciendo carne asada y ya estaba casi toda la familia, solamente faltaban las primas. Y yo con tantas ganas de conocerlas.

Al terminar de comer, fuimos a la sala y se encontrban 2 primos de José más chicos que nosotros, como de 14 años jugando el FIFA en un PS2. Decidimos unirnos a las retas y estuve tan concentrado que no notamos que las primas ya habían llegado y hasta habían cenado hasta que llegaron a la sala para convivir con nosotros. Al parecer tanto José como sus primos estaban pensando en pasar ahí la noche. Le marqué a mis padres para avisarles que me iba a quedar a dormir en casa de mi amigo.

Nos dieron las 3 de la mañana y algunos ya tenían sueño. Los tíos de José que venían de San Antonio estaban dormidos en el piso de arriba y a los chiquitos los dejaron en la casa para dormir. Uno de los primos chiquitos fue al baño que se encuentra en el piso de arriba mientras en la sala comenzamos a platicar. Una de las primas mencionó la situación de Miguelito y su mamá.

-Ese muñeco está bien feo, me da miedo.
José le responde:
-¿Y por qué no lo tiran?
-Mi amá se enojó bien feo la otra vez que le dije que lo tirara. Por lo menos ahora tiene algo en qué estar ocupada.

Entonces, escuchamos como si alguien estuviera corriendo en el piso de arriba.
-No manches, José dile a Rogelio (el primo que fue al baño) que no esté corriendo, ya es bien noche.
Pero cuando regresó Rogelio, negó haber ido al piso de arriba.
-No, yo estaba en el baño, no estaba corriendo.
-¡Ya no estés jugando!
Fuimos a fijarnos en el piso de arriba y en la noche era demasiado complicado ver, porque no había luz en todo el corredor y lo único que se veía era una luz al final que era del foco del baño.

Lo que más daba miedo no era la oscuridad, sino que en medio del pasillo es donde la tía sentaba a Miguelito.

-Ya deja de tratar de asustarnos, Rogelio.
-Te juro que no fui yo, nomás fui al baño.

Eran alrededor de las 4 de la mañana, seguíamos platicando sobre lo de Miguelito y es entonces que se escuchó otra vez el ruido de alguien corriendo por el pasillo de arriba, bajar por las escaleras y azotar la puerta de la cocina.

Nos quedamos sin decir nada un rato, pero luego de un tiempo una de las primas se ofreció para ir por una cerveza. Fue a la cocina y entonces escuchamos un grito, corrimos a ver qué pasaba.
Al llegar a la cocina no podíamos creer lo que estábamos viendo:
Era el maldito muñeco, sentado en la silla y mirando hacia nosotros.
Yo que ya estaba harto de esta situación, les dije que teníamos que tirarlo.

Una prima fue por una maleta con llave, encerramos a Miguelito y lo pusimos dentro de la camioneta de los tíos de San Antonio. La cerramos con alarma y nos fuimos a dormir, José se quedó con la llave. Más o menos a las 10 de la mañana, se despierta la tía y empieza a hacer bastante ruido moviendo muebles buscando al muñeco.
-Miguelito, ¿Dónde estás, Miguelito?
Después mira a las primas y les pregunta.
-¿No vieron dónde está Miguelito?
Las primas negaron saber su paradero.
Viendo esta situación, despierto a José.
-Eh José, tu tía anda buscando al muñeco.
Entonces nos levantamos y vamos a la camioneta para abrir la maleta, pero… no tengo palabras para lo que vimos al llegar ahí.

Miguelito estaba sentado, arriba de la maleta y no había forma en que alguien la hubiera abierto, porque José se quedó con la llave anoche.


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